En 1800, un astrónomo germano-británico llamado Sir William Herschel descubrió la radiación infrarroja. Hizo este descubrimiento mientras experimentaba con un espectrómetro, un instrumento que él mismo había construido para medir la magnitud de la energía radiante en varias longitudes de onda. Consistía en un prisma que captaba y dispersaba la luz solar, un panel de cartón con una hendidura para que pasara un color a la vez y tres termómetros de mercurio encerrados en vidrio. Con él, descubrió que, en el espectro de luz, la luz roja experimenta el mayor grado de cambio de temperatura.

El descubrimiento de Hershel fue muy importante, pero nadie realmente lo usó durante más de 100 años. Se hizo popular durante la Segunda Guerra Mundial. Fue en este momento que los fabricantes descubrieron que podían usar el calor infrarrojo en las lámparas de calor para secar y curar rápidamente lacas y pinturas que aplicaron a los vehículos y suministros militares. Una vez que terminó la guerra, los fabricantes cambiaron su uso del secado y enfriamiento por calor infrarrojo a la industria automotriz. A mediados de la década de 1950, simplificaron el proceso creando túneles infrarrojos a través de los cuales podían dirigir los automóviles durante la producción.

Hoy en día, el calentamiento por infrarrojos es uno de los muchos métodos de calentamiento, secado y curado que tenemos en este mundo. Sin embargo, los calentadores infrarrojos siguen siendo populares debido a su rentabilidad, versatilidad y eficiencia energética.
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